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Desequilibrio: La piel,
envejecimiento y la conexión entre las emociones.
Piel del cutis |
La piel es el órgano más grande del cuerpo. Sus siete
capas celulares son la vía principal para desintoxicar el cuerpo.
Es un depósito de grasa, glucosa y sal; un
importante canal de secreción y absorción; regula la temperatura del cuerpo; y produce gran cantidad de hormonas endocrinas.
Tiene miles de receptores sensoriales que establecen una conexión directa con el cerebro y el sistema nervioso por medio del
tacto, el dolor, el placer, la presión, el calor y el frío.
Nos protege de los ataques externos y expresa todo lo que sucede en nuestro interior.
Nos protege de los ataques externos y expresa todo lo que sucede en nuestro interior.
Este indicador físico de la
actividad de la mente y el cuerpo, hasta hace poco, fue olvidada casi
por completo por la ciencia occidental.
Si no tenemos conocimiento de la forma en que la piel refleja
la naturaleza de cada uno de nosotros, dependiendo de nuestra constitución innata y de como se expresan en ella nuestros desequilibrios, estaremos condenados a buscar en vano la belleza perfecta.
El envejecimiento de la piel.
El rostro de un bebé sano: piel suave, elástica, blanda,
húmeda, lozana y sin manchas.
Es nuestra herencia al nacer y nuestro patrón para
compararnos al pasar los años.
La piel, por lo general, suele permanecer en su mejor estado hasta que llega la
adolescencia: Esto quiere decir que la capa córnea está bien hidratada, el cemento intercelular
que proporciona la grasa y la humedad está en buenas condiciones, las células
trabajan con rapidez y eficiencia, la elastina tiene buena tensión y la red de
fibras de colágeno es fuerte y abundante.
Pero, a partir del inicio de la pubertad, todo empieza a cambiar.
Los cambios hormonales, los efectos del medio
ambiente, el estilo de vida y
los cambios emocionales, pueden hacer estragos en esa piel hasta ahora perfecta.
Aunque a partir de la pubertad podemos ver algunas líneas de expresión, las primeras arrugas permanentes no aparecerán hasta pasados los treinta años.
El problema empieza entre los cuarenta y los cincuenta años cuando la mayoría de funciones
de la piel se ralentizan y sus estructuras comienzan a deteriorarse.
La epidermis de vuelve fina, el tamaño de glándulas sudoríparas
disminuye, la dermis pierde el contenido celular, el flujo de sangre se hace
más lento, la respuesta inmunológica se debilita, y las fibras de colágeno
pierden su organización y su fuerza, haciendo que la piel se vuelva fofa.
Muchas imperfecciones que asociamos con el envejecimiento no se deben
sencillamente al paso del tiempo.
Dos procesos de envejecimiento afectan a la piel:
Externo: La piel es un órgano vivo y el único expuesto
completamente al medio ambiente y a los efectos destructivos del sol, el clima,
la contaminación y los agentes químicos de los productos de aseo y del agua.
Por esta razón, la piel exige una atención especial.
Interno: Los desequilibrios psicofisiológicos provocados
por el estilo de vida y las tensiones emocionales, alteran la función y la
estructura de las células de la piel y perturban la apariencia exterior del
tejido mismo. Estos efectos con más hondos que los del proceso externo, pero
podemos tener mayor control sobre el proceso interno, ya que poco podemos hacer
para modificar el clima, y mucho lo que podemos hacer para influir sobre los
hábitos alimentarios, la respiración, los pensamientos y las emociones y hasta
nuestro propósito en la vida.
Muchos de los signos del envejecimiento considerados
normales, no son otra cosa que fruto del desequilibrio, el cual es susceptible
de corregirse y prevenirse mediante el Ayurveda.
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