jueves, 17 de mayo de 2012

La piel y el envejecimiento.


·        Desequilibrio: La piel, envejecimiento y la conexión entre las emociones.


Belleza de la piel del cutis
Piel del cutis


La piel es el órgano más grande del cuerpo. Sus siete capas celulares son la vía principal para desintoxicar el cuerpo.

Es un depósito de grasa, glucosa y sal; un importante canal de secreción y absorción; regula la temperatura del cuerpo; y produce gran cantidad de hormonas endocrinas.

Tiene miles de receptores sensoriales que establecen una conexión directa con el cerebro y el sistema nervioso por medio del tacto, el dolor, el placer, la presión, el calor y el frío. 


Nos protege de los ataques externos y expresa todo lo que sucede en nuestro interior.

Este indicador físico de la actividad de la mente y el cuerpo, hasta hace poco, fue olvidada casi por completo por la ciencia occidental.

Si no tenemos conocimiento de la forma en que la piel refleja la naturaleza de cada uno de nosotros, dependiendo de nuestra constitución innata y de como se expresan en ella nuestros desequilibrios, estaremos condenados a buscar en vano la belleza perfecta.

El envejecimiento de la piel.

El rostro de un bebé sano: piel suave, elástica, blanda, húmeda, lozana y sin manchas. 

Es nuestra herencia al nacer y nuestro patrón para compararnos al pasar los años.

La piel, por lo general, suele permanecer en su mejor estado hasta que llega la adolescencia: Esto quiere decir que la capa córnea  está bien hidratada, el cemento intercelular que proporciona la grasa y la humedad está en buenas condiciones, las células trabajan con rapidez y eficiencia, la elastina tiene buena tensión y la red de fibras de colágeno es fuerte y abundante.

Pero, a partir del inicio de la pubertad, todo empieza a cambiar.

Los cambios hormonales, los efectos del medio ambiente, el estilo de vida y 
los cambios emocionales, pueden hacer estragos en esa piel hasta ahora perfecta.

Aunque a partir de la pubertad podemos ver algunas líneas de expresión, las primeras arrugas permanentes no aparecerán hasta pasados los treinta años.

El problema empieza entre los cuarenta y los cincuenta años cuando la mayoría de funciones de la piel se ralentizan y sus estructuras comienzan a deteriorarse.

La epidermis de vuelve fina, el tamaño de glándulas sudoríparas disminuye, la dermis pierde el contenido celular, el flujo de sangre se hace más lento, la respuesta inmunológica se debilita, y las fibras de colágeno pierden su organización y su fuerza, haciendo que la piel se vuelva fofa.

Muchas imperfecciones que asociamos con el envejecimiento no se deben sencillamente al paso del tiempo.

Dos procesos de envejecimiento afectan a la piel:

Externo: La piel es un órgano vivo y el único expuesto completamente al medio ambiente y a los efectos destructivos del sol, el clima, la contaminación y los agentes químicos de los productos de aseo y del agua. Por esta razón, la piel exige una atención especial.

Interno: Los desequilibrios psicofisiológicos provocados por el estilo de vida y las tensiones emocionales, alteran la función y la estructura de las células de la piel y perturban la apariencia exterior del tejido mismo. Estos efectos con más hondos que los del proceso externo, pero podemos tener mayor control sobre el proceso interno, ya que poco podemos hacer para modificar el clima, y mucho lo que podemos hacer para influir sobre los hábitos alimentarios, la respiración, los pensamientos y las emociones y hasta nuestro propósito en la vida.

Muchos de los signos del envejecimiento considerados normales, no son otra cosa que fruto del desequilibrio, el cual es susceptible de corregirse y prevenirse mediante el Ayurveda.



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